Más dificultades para concentrarse y mayor estrés que en los exámenes presenciales. Estas son las quejas más comunes de los estudiantes de la Universidade da Coruña en relación a los exámenes telemáticos.
Su principal causa: el cronómetro. Un sonido agobiante que, bajo presión, puede convertirse en una pesadilla. Este límite de tiempo para realizar los exámenes telemáticos, ha sido la propuesta de la mayoría de los profesores.
“Estas pruebas no son fiables para valorar si el alumno ha trabajado o aprendido correctamente”. Esto nos comenta Pablo Santiago, un estudiante de Química que asegura que “muchas se basan en respuestas que deben ser contestadas en un tiempo muy corto y que no valoran el grado de conocimiento del alumno sino su rapidez”.
Por otra parte, antes de realizar el examen la concentración falla ya que los alumnos tienen una sensación de incertidumbre ante cómo será la plataforma en la que se realizarán los exámenes, si funcionará correctamente o si su conexión a Internet será la adecuada. Esto dificulta el estudio y con ello el aprendizaje: como nos cuenta la estudiante de Educación Primaria, Elisa Lema: “O feito de ter que facer algo que nunca fixeches antes, ter un tempo límite, esa preocupación de si fallará algo…Creo que eso fai que á hora de estudar incluso pois non te centres tanto no que te teñas que centrar”
Sin embargo, la UDC ha permitido que los alumnos realicen los exámenes en su propia facultad, facilitando así la conexión a Internet y también ordenadores, si fueran necesarios.
Y si alguien creyó que lo telemático era el fin de los copiones, estaba equivocado. “Aunque pienses que al copiar vas a sacar mejor nota también te pierdes un poco más”, así lo afirma Blanca Fernández, una estudiante de Informática. Los docentes no tienen prácticamente control ante la copia, de hecho es uno de los principales motivos del límite de tiempo. Pero a muchos alumnos, como a Blanca, les puede llegar a perjudicar: “estás más pendiente de a ver si me dicen esto o si es la respuesta correcta en vez de ponerte a pensarla tú”.
A algunos la pandemia les ha pillado por los pelos todavía en la facultad. Son estudiantes como Antía Vázquez, que está en el último año del grado en Comunicación Audiovisual. El coronavirus desbarató sus planes para el Trabajo de Fin de Grado y tuvo que tirar por la borda meses de trabajo. Junto a sus compañeros, tenían preparada una campaña publicitaria sobre el consumo de plástico en Coruña, “teníamos todas las empresas con las que íbamos a colaborar, un montón de gente para redes sociales…”. Tenían la mayor parte de los vídeos preparados y estaban esperando a que pasaran los primeros quince días de cuarentena para empezar a grabar.
En cuanto a las prácticas universitarias, muchas se han visto obligadas a posponerse, y otras incluso a cancelarse. Sin embargo, la UDC ha dado la oportunidad de superarlas a aquellos alumnos que hubieran hecho al menos el 50% de las horas estipuladas. Incluso también se les ha ofrecido cambiarlas por una asignatura optativa o realizar un trabajo en relación a ellas.
De todo esto los estudiantes se llevan aprendizajes diferentes y se consideran más autodidactas, pero aseguran que la docencia presencial es mucho más eficaz y están deseando volver a las aulas.
Las necesidades del alumnado sordo
¿Y qué sucede con los alumnos que tienen una necesidad especial? Ponemos el ejemplo de Rodrigo Mera, un estudiante sordo de Educación Social que ha visto su vida universitaria empeorada.
Antes de la pandemia Rodrigo tenía un intérprete en el aula y a un anotador de apuntes. Pero, a partir del confinamiento, para seguir las clases tuvo dos opciones.
Por un lado las clases telemáticas por vídeo, en ese caso tenía que esperar a que finalizara para que la intérprete le enviase un vídeo. Este método dificultó su aprendizaje ya que veía las clases más tarde que el resto de sus compañeros.
Por otra parte los apuntes al uso, que le facilitaban los profesores. Pero la comprensión lectora en alumnado sordo puede tener déficits debido a la falta de apoyo histórica en su aprendizaje. Es por eso que tiene un compañero en las clases presenciales que es anotador y le ayuda a rehacerlos para que sean más comprensibles. Sin embargo, durante el confinamiento no tenía la ayuda del anotador y los profesores no le adaptaron los apuntes a sus necesidades, siendo los mismos que los de sus alumnos, y a veces en gallego.
Por tanto, Rodrigo durante el confinamiento sintió un retroceso: “Me sentí fuera de lugar, ya no tenía intérprete ni anotador y ya no me podía comunicar con los profesores”. Comenzó el curso con motivación y esto se vio reflejado en sus calificaciones, pero sin embargo a partir del covid-19 cayó muchísimo, hasta el punto de plantearse abandonar.
Aún así, Rodrigo espera que para el próximo curso, vistas las condiciones por las que ha tenido que pasar, esté todo más organizado y se vea todo con una mayor previsión.