El Deportivo está a poco más de un mes de finalizar su temporada número 89 en competición liguera nacional. Es un clásico. Una referencia del fútbol español que solo en dos ocasiones se descabalgó de una de las dos primera categorías. La primera ausencia llegó tras el descenso de 1974. Entonces la categoría de bronce era la Tercera División, que tenía cuatro grupos. Campeón del primero, el Deportivo regresó de inmediato a Segunda. Ocho años después volvió a resbalar. Y descendió a Segunda B, categoría conformada en 1977. Hoy se cumplen 40 años de aquel desastre, que también afectó al Celta. Los dos estandartes del fútbol gallego se fueron a Segunda B el 1 de junio de 1980. Fue la temporada en la que el Liceo Camisas Texman debutó en la División de Honor de hockey sobre patines y logró una meritoria séptima posición. En febrero de aquel año, cuando recibió al Barcelona en el Palacio de los Deportes, la afluencia de público llegó a los 5.000 espectadores
Para el Deportivo fue la culminación de una campaña desastrosa que había iniciado como uno de los favoritos al ascenso. Contrató para ello a Francisco Javier García Verdugo, el entrenador que dos años antes había hecho historia con el Rayo Vallecano a su primer ascenso a la máxima categoría, que no renovó su vínculo y pasó después dos campañas sin excesivo brillo en Osasuna.
García Verdugo tenía una cuenta pendiente con el Deportivo, equipo al que llegó en el verano de 1966 para reforzar su zaga, pero en el que apenas pudo jugar nueve partidos antes de colgar las botas por las secuelas de una lesión de rodilla. Así que una calurosa tarde de julio se presentó en el campo de la Ciudad Deportiva de A Torre dispuesto a que cambiara la suerte, la suya y la del equipo. “Quiero entrenar unos días en altura”, pidió. El equipo se fue concentrado a Mondoñedo. Por aquellos días el club cifró su deuda en 134 millones de pesetas, 81 de ellos a entidades bancarias. “Es una cantidad que asusta”, explicó el presidente Antonio Álvarez.
La historia del Deportivo es una historia teñida de morosidad. Aún así también entonces la exigencia era elevada en lo futbolístico. Pronto se rebajó en suflé. En la jornada décima el balance era de tres victorias y siete derrotas y el equipo era penúltimo.
Todo había empezado mal, con un gol en el primer minuto del estreno en Sabadell y un doble cambio en la alineación al minuto siguiente. Resulta que los federativos habían decidido ese verano que en Segunda, Segunda B y Tercera División todos los equipos tenían la obligación de alinear a dos futbolistas sub-20 como medida para dar opciones de brillo a los canteranos de cada club. El invento tuvo magros efectos. García Verdugo se pasó todo el verano explorando el nivel de la cantera herculina y al primer partido llevó a Solé, un centrocampista al que alineó de lateral izquierdo, y a Serafín, un rubio y burbujeante extremo. El primer gol del Sabadell llegó por el flanco de Solé y García Verdugo hizo honor a su segundo apellido. Los envió a la caseta. En otros lares aún fueron más taxativos y asumieron sin ambages el reto de jugar partidos sin recambios. Chuchi Aranguren, entonces al frente del Alavés, retiró a sus dos sub-20 nada más ponerse el balón en juego. En general fueron pocos los equipos que se atrevieron a dar vuelo a los jóvenes e intenso el revuelo porque la Federación cargó contra los entrenadores y empezó a decretar sanciones a quienes trataban de burlar la normativa con sustituciones extemporáneas.
Pero sería injusto apuntar que el Deportivo se cayó porque no encontró sub-20 de nivel. Apenas Pardo II logró instalarse en el equipo, pero fueron los veteranos quienes no aportaron lo aguardado. Se consolidó al menos José Luis Vara, un joven que entró a cuentagotas en el inicio liguero porque estaba cumpliendo el servicio militar, pero que acabó la temporada como indiscutible. Y se confirmó Paco Buyo, de vuelta tras cumplir con la patria en Huesca. Tanto él como José Luis lideraron aquel equipo con apenas 21 años. Moratalla, también de esa quinta y cedido por el Barcelona, donde acabó por firmar una respetable trayectoria, apenas tuvo presencia en el equipo.
Mediado el campeonato, el equipo pareció levantar cabeza y tras sendos goleadas a Getafe y Sabadell en Riazor se colocó décimo en la tabla, a cuatro puntos del ascenso. Pero, irregular, no pudo respirar tranquilo en una categoría en la que la clasificación no permitía despistes. Tras una derrota en Valladolid, el entrenador perdió su puesto cuando restaban ocho jornadas por jugarse. Su problema había estado a domicilio, donde de quince salidas el Deportivo había perdido en trece y sólo había ganado en el feudo del Algeciras, el peor equipo de la categoría. El equipo era antepenúltimo, a tres puntos de la salvación y con 16 por jugar. García Verdugo se fue amargado. “A los jugadores cada vez se les paga más dinero y sin embargo la calidad de los partidos es cada vez más baja. La culpa es de todos, también de los entrenadores”.
Llegó Joseíto, un clásico que había pasado por los banquillos de Celta, Tenerife, Mallorca, Granada (al que subió a Primera y dirigió en sus mejores años), Valencia, Córdoba, Murcia, Alavés y Tarrasa. El equipo mejoró, apenas cayó en dos jornadas, pero perdió un duelo decisivo en Riazor ante el Levante, que le remontó el marcador con un tanto decisivo en una indecisión entre Buyo y Richard Moar, justo los futbolistas con los que hizo caja al acabar la temporada. Buyo se fue al Sevilla por 25 millones de pesetas y Richard al Valladolid por cuatro y la cesión del zaguero Javi, pilar en la siguiente campaña. Pero ya en Segunda B.
Todo quedó visto para sentencia aquella nefasta tarde en Riazor contra los valencianos, pero se rubricó el Getafe con una victoria (3-4) inútil. Aquella semana Felipe González no había podido derrocar a Adolfo Suárez en una cruenta moción de censura en la que sin embargo el vencedor quedó tocado y el derrotado fortalecido. Renfe anunció la puesta en servicio del Talgo entre A Coruña y Madrid, ciudades que iban a quedar conectadas en poco menos de diez horas. Y el Gobierno español había confirmado que su boicot a los Juegos Olímpicos de Moscú se iba a limitar solo al himno y la bandera, no a los deportistas. Aquella semana en la que se iba a escenificar una histórica final de Copa entre el Real Madrid y su filial, la Galicia futbolística tocó fondo. Y con ella el Deportivo.